La música como mapa biográfico

Imagen tomada de: express.co.uk

Escrito por: Álvaro Iván Amézquita

Recientemente se conoció el caso de un hombre que padece Alzhéimer desde 2013. Se trata de Teddy McDermott, un hombre de 80 años, que con la ayuda de su hijo Simón ha logrado hacer algo increíble: mantener viva la memoria.

¿Cómo lo hace? La manera de hacerlo ha llamado poderosamente la atención: escuchando canciones de su preferencia que sonaron y que interpretó en épocas anteriores a su enfermedad. Cada vez que escucha esa música, Teddy se traslada a sus años de juventud sin olvidar ni un solo detalle. De esa manera, Teddy vuelve a refrescar su memoria, mantenerla vida y recordar con emoción, aspectos de su vida.

Lo cierto es que tanto en Teddy como en nosotros, la música puede llegar a ejercer una poderosa influencia. De hecho, la música es un pasaporte que nos permite regresar al pasado y nos ofrece la posibilidad de reencontrarnos con experiencias olvidadas que marcaron el curso de nuestra vida. La música tiene el poder de desplazarnos en el tiempo y, en ese viaje inmóvil, escarbar asuntos no resueltos del pasado, develar verdades que mantuvimos ocultas o reprimidas y poner en orden nuestra biografía.

Cuando volvemos a escuchar una canción, después de muchos años, algo extraño ocurre en nosotros, unas sensaciones fuertes se apoderan de nuestro cuerpo, se detiene el tiempo y nos desconectamos de lo que estamos haciendo. Seguidamente, nos instalamos en esa época en la que escuchamos aquella melodía y nuestra memoria empieza a actuar reactivando todo un mundo que creíamos perdido o cosa del pasado. En consecuencia, el presente se diluye en ese retorno al pasado que se vive con gran intensidad y lucidez. Llegan recuerdos, imágenes, lugares, sonidos, amores, rostros, sentimientos y olores.

Como vemos la música es una vía que disponemos los seres humanos para ponernos en contacto con nuestra propia historia. El filósofo danés Soren Kierkegaard alguna vez llegó a decir que “la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante”. Los llamados maestros de la sospecha, Marx, Nietzsche y Freud, desde diferentes orillas, nos enseñaron la importancia de desentrañar el pasado para liberarnos de ciertas fuerzas o fantasmas que nos impedían vivir plenamente. Pero es Freud el que se concentra más en mostrar la necesidad de interactuar con el pasado, particularmente con la infancia, para entender mejor lo que llegamos a ser.

Para alcanzar este propósito, el psicoanálisis acude a varios recursos como los sueños, lapsus, olvidos, chistes, asociaciones libres que, con la ayuda de otra persona, el analista, podemos llegar a comprender ese pasado que configuró nuestra vida y desde esa comprensión (hacer consciente el inconsciente) ver qué paso damos. En este sentido, la música sería otro recurso terapéutico que está a nuestra disposición para regresar al pasado y revivirlo, pero a diferencia de los otros recursos, la música nos desplaza de una forma más rápida e intensa.

De este modo, llegamos a la relación que establece Paul Ricoeur entre la memoria y la historia. Ricoeur en su obra “La memoria, la historia, el olvido”, retomando a Aristóteles, ubica la memoria como matriz de la historia. Asegura que los seres humanos no contamos con más recursos, sobre la referencia del pasado, que la memoria misma. Pero uno no se acuerda de cualquier cosa –como dice Ricoeur-, sino de acontecimientos singulares que no se volvieron a repetir y que marcaron el curso de nuestra existencia.

En últimas, estaríamos hablando de una fenomenología de la memoria, activada a través de la música. Pero no se trata de un memoria entendida como un discurso racional, un relato o un texto construido sobre el pasado, sino la memoria como afección o emoción que estuvo ligada a nuestra vida en un pasado que puede ser revivido con un solo clic. La música nos ayuda a tomar conciencia de aspectos olvidados de nuestra vida, a retomarlos y ponerlos en su lugar como si se tratara de un mapa, pero desprovistos de ciertas cargas afectivas que quizás nublaron nuestra conciencia. Ahora tendríamos la oportunidad de verlos desde una óptica más serena.

Si queremos recordar momentos importantes de nuestra vida solo basta conseguir la música que escuchamos en la época en la que queremos situarnos, ponernos cómodos y dejarnos llevar por la imaginación. Internet resulta ser un gran aliado en esa búsqueda. Ya cada uno decidirá si lo toma como material de trabajo terapéutico para desenredar líos del pasado, para mantener viva la memoria como lo hace Teddy con la ayuda de su hijo Simon, o simplemente para romper con una cotidianidad que podría abrumarnos.

 

Medellín, 2017.